Pedro Ángel Latorre Román
La tecnología deportiva ya está al alcance del atleta recreativo. Todo tipo de wearable como GPS, potenciómetros, oxímetros, acelerómetros, pulsómetros que registran la variabilidad cardíaca, relojes inteligentes que nos pueden abrumar con la cantidad de datos que aportan: desnivel realizado, gasto calórico, TRIMP, recuperación, VO2 máx, ritmo de carrera, corredor virtual que marca el ritmo, tensión arterial, calidad del sueño, frecuencia de zancada, etc.
Cualquier atleta que se precie debe estar a la última en dispositivos tecnológicos para controlar toda una serie de variables biomecánicas y fisiológicas que optimicen su rendimiento.
Hace casi 30 años irrumpió en el atletismo un inolvidable reloj Casio que podía almacenar hasta 50 memorias de registros de tiempos parciales, y no creáis que ayudaba mucho ya que éramos capaces de recordar el tiempo invertido en 25×400 m, al estilo Emil Zátopek, ya que los hacíamos a ritmo, con un error de ± 1 segundo.
No es que esté en contra de la tecnología, yo mismo tengo un juguete de este tipo (un reloj inteligente) y no hay mejor definición que juguete ya que gran parte de la información que nos ofrece o es desconocida por la mayor parte del atleta aficionado, o no la sabe gestionar ya que también gran parte de estos atletas se auto-entrenan bajo criterios arbitrarios y para nada científicos.
Recientemente decía Alejandro Valverde que “él escuchaba su cuerpo y entrenaba por sensaciones”. Y precisamente de esto se trata, ninguna tecnología puede sustituir al ser humano como regulador de sus conductas motrices: sentir, percibir, procesar, ejecutar y retroalimentarse como mecanismos fundamentales del sistema sensoriomotor y el aprendizaje motor. Welford (1976) y Marteniuk (1976) destacaban la capacidad del sistema nervioso para ajustar las ejecuciones motrices de manera cada vez más precisa y automática.
No hay aparatito o gadget que sustituya a la autopercepción corporal que se nutre de todo un torrente de aferencias sensitivas: interoceptivas (frecuencia cardíaca y respiratoria, sudoración), exteroceptivas (entorno) y propioceptivas (músculos, tendones) que informan de manera precisa al atleta de su nivel de esfuerzo.
Esto es una habilidad insustituible y entrenable y que permitirá al atleta sacar su máximo rendimiento. Un buen entrenador os potenciará esas habilidades y será más barato que toda esa tecnología.
Muchos atletas noveles, demasiados aferrados a la tecnología, han anestesiado su organismo con un feedback tecnológico que les limita el control de su cuerpo, elemento esencial para el control del ritmo de entrenamientos y competiciones.
Como consecuencia, algunos atletas llegan a la meta “desfondados” o demasiado “frescos”, lo que es un indicador de una ineficiente capacidad de control del ritmo.
Por tanto, mi recomendación: sentir, percibir, procesar, ejecutar y retroalimentarse es la clave para adquirir una competencia atlética pasada por alto, el control del ritmo, la dosificación del esfuerzo.
Pedro Ángel Latorre Román
Profesor Titular de la Universidad de Jaén.
Experto en entrenamiento deportivo.