José Ángel Martos // @Joseangelmartos
Se ha hecho mayor, 126 velas soplaba en su último cumpleaños y ahora apenas le queda aliento para continuar. Los achaques, los malos vicios de los vanidosos sepultureros que le rodeaban han desbocado en la muerte sorprendente y prematura del “abuelo” de nuestro fútbol. Como buen sabio que es, nos deja un “consejo” (no sé si es la mejor palabra, tal vez prefiera “frase lapidaria”) antes de marcharse: ‘el fútbol moderno cavó mi tumba’. Porque el Decano ha agonizado en soledad, sin que sus seres más queridos fueran a verle cada dos semanas, sin que los doctores les inyectaran los costosos fármacos que alargarían su vida y, mientras todo esto sucedía, aquellos a quienes confiaron su suerte, aquellos que decían ser sus “cuidadores” aprovechaban su ausencia para desvalijar y saquear el escaso ajuar que adornaba su sala de trofeos.
Antes de convertirse en cenizas de las marismas onubenses, el “abuelo” del balompié pide un entierro multitudinario pero modesto, por sólo un euro puedes ir a darle el pésame. Y es que ha sido un invierno duro. Se ha llegado a dudar de que realmente fuera el más longevo de la familia. Le han obligado a salir a rastras a jugar con sus biznietos por campos embarrados. Han ensuciado su nombre para justificar las trifulcas callejeras de los mafiosos “bienvestidos” de la Liga y la Federación. Y ya, no puede más. Tras varios amagos de infarto, definitivamente, a no ser que haya milagro de última hora, el “abuelo” nos deja.
Y nos deja alertándonos de que podemos ser los siguientes. Las deudas con los trabajadores (jugadores, técnicos, empleados), las telarañas de las taquillas de un campo que no llega ni al 20% de su aforo, las dificultades para abonar las facturas que tantos quebraderos de cabeza nos dieron otros inviernos, donde la gélida agua de la ducha nos hacía creer que estábamos en el mismo “Teruel”, todo eso, hace que el de la guadaña quiera pasarse por el Santo Reino.
Y estoy harto. No quiero que los jugadores tengan que vivir de la caridad de los vecinos y familiares. No quiero que tengan que desplazarse a los campos de fútbol gracias a la gentileza de los taxistas. No quiero que vuelvan a compartir habitaciones en albergues. No quiero que el Real Jaén comparta panteón con el Real Club Recreativo de Huelva.
E inevitablemente recuerdo aquel 7 de junio de 2014, donde el gol del hispano hondureño Jona, nos hacía soñar con una vida mejor. Pero sigo sintiendo escalofríos de rabia, ira, desesperación y tristeza, al rememorar que en apenas diez minutos, esa vida de color de rosa era engullida por un inframundo de penurias y calvario. Hoy, ese sicario llamado Deportivo Alavés, lucha por estar en Primera División. Hoy, este pobre enfermito se consuela con entrar en Copa del Rey, pero sobre todo, lucha por seguir respirando. La vida es corta, vivámosla día a día, o como diría aquél, partido a partido.
Abuelito, Descansa En Paz.