Virgilio Moreno // @virgiliomoreno
En España están de moda los hombres con coleta o barba, véase Pablo Iglesias o el mismo Rey Felipe VI. En Jaén, desde el domingo pasado, claramente los calvos, los pelones. En La Victoria aún más. Sergio Molina y Óscar Quesada, Quesada y Molina. Un dúo que está liderando un equipo cuya pegada está sorprendiendo a muchos aficionados, y más tras lo del año pasado, que había partidos en los que las porterías las podían quitar durante un rato.
El de Orcera ha vuelto, tras los innumerables problemas físicos del año pasado, a liderar un centro del campo que vertebra como un líder del pacifismo mundial. Es tan buena gente que muchos nos tememos que cualquier día salga y lo primero que haga sea contarle al rival los detalles tácticos de su equipo. Aybar le ha dado más libertad en ataque, no teniendo que ayudar tanto en la creación, y poco a poco parece estar ajustándose a una posición en la que quiere ser faro y reinar para lograr el ansiado ascenso.
El malagueño, Molina, ya venía con una estela de jugón detrás, influenciado ahora por el fútbol griego, ese fútbol pasional que tanto necesita la tribuna de La Victoria y que le está sirviendo para liderar el juego ‘aybarista’ de ataque con movimientos diferentes, arriesgando, como el que se come un yogur caducado.
En Jaén cuando se iba antes a una peluquería, o a un barbero, pedíamos la cresta de Cristiano Ronaldo o el pelo tintado a lo Torres, ahora está claro lo que solicitamos: -Jefe, déjame sin nada, pélame a lo Quesada, a lo Molina.