El Real Jaén da un golpe de autoridad en el Mini Estadi en un momento especialmente complicado. Después de la derrota imprevista ante el Mirandés y de que el presidente Teruel haya sacado su verdadera cara destituyendo a Hidalgo, historia viva del club contemporáneo, figura clave en su conversión en sociedad anónima deportiva y referente para jugadores, cuerpo técnico y afición.
En lo deportivo, Jona se ha metido en el bolsillo a todos. Lo complicado para el Real Jaén es que lo esté haciendo también con ojeadores o con el propio Granada y que, cuando menos lo esperemos, pueda reclamarlo. Habrá que ser optimistas y pensar que podremos disfrutar de él en esta Segunda A, en la que sabíamos que estábamos destinados a sufrir, pero en la que, finalmente y sin duda, nuestro Real Jaén está haciéndonos disfrutar.
Y volviendo a los despachos, no un simple tirón de orejas para la directiva, toda una reprimenda y un reproche profundo, puesto que la decisión de prescindir del vicepresidente es una guantada en quienes creemos en la humildad de este equipo. Dice Teruel que hace dos años que perdió la confianza en Hidalgo y yo me pregunto: ¿por qué no lo destituyó entonces? ¿Cómo es que quiere evitar explicar su decisión, argumentando asuntos personales? Eso, señor presidente, se deja en casa, se habla fuera del Estadio y no debe influir en el devenir de la entidad.
Debe quedar claro, que a pesar de haber pedido al Ayuntamiento el oro y el moro, haber clamado ayuda y, lo que es más importante, haber encontrado respuesta, a Teruel le va más el Palacio Provincial. No es que la Diputación no haya hecho nada por el Real Jaén, pero el nuevo Consejo de Administración refleja más la ascendencia política del presidente que aquello que la entidad necesita.
Lo último, escuchar rumores sobre una posible venta del Real Jaén. Evidentemente, Hidalgo se estaría oponiendo a una operación que pocos o casi nadie vería con buenos ojos. Pues bien, cuidado, señor presidente, con el camino que escoge. Jaén nunca se rinde.